Piel de otoño

Con el amor y el apoyo incondicional de Lucía, su esposo Ramón ha progresado en su trabajo hasta lograr una excelente posición económica. Sus hijos Liliana y Miguel Ángel asistieron a las mejores escuelas y nunca han sentido las carencias que sufrieron sus padres al inicio de su matrimonio. Sin embargo, Lucía no es feliz; Ramón se ha vuelto materialista y cruel. Constantemente la humilla y ha hecho que sus hijos le pierdan el respeto. Liliana, consentida y caprichosa, llega al extremo de seguir a su novio hasta España, donde el muchacho la embaraza y la abandona. Guardando el secreto de su maternidad, Liliana deja a su hija Natalía a cargo de unas religiosas y regresa a México, donde llega hasta a robar dinero a su padre para mantener a la bebita. Miguel Ángel, por su parte, es un muchacho flojo e irresponsable que cree que todo lo merece.

Lucía se ha convertido en una sombra, un ser inseguro y triste que ya no sabe dónde quedaron sus sueños. Sus únicos momentos de alegría son cuando, a solas frente a su computadora, abre su corazón a un alma gemela que la comprende, la aconseja, y de quien, poco a poco y en silencio, se ha ido enamorando; aquel hombre misterioso cuyo rostro solo imagina, cuya voz nunca ha escuchado, y que firma sus mensajes simplemente como "Viento".

Su amiga Rosario también carga con una pesada cruz. Tuvo que huir con sus hijos porque su esposo es un psicópata que la golpeaba constantemente. Eduardo y Gabriela no recuerdan cómo era Víctor en verdad, pues Rosario les dio la imagen de un padre amoroso y responsable que murió cuando eran pequeños. Esta mentira crea un abismo entre Rosario y sus hijos cuando Víctor los encuentra. A base de artimañas, se gana la amistad de los jóvenes, hasta lograr que Gabriela se vaya a vivir con él, y Rosario vive en un terror constante por la vida de su hija.